Son diversas las consecuencias que nos ha plasmado este informe, unas de las más trascendentales, es el cambio que se ha originado en la educación chilena durante el último tiempo, tales como la igualdad de oportunidad en el acceso a la calidad de la educación y la formación integral de los educandos. Es esta última (FI) la que hemos reflexionado y analizado minuciosamente, a raíz de que el MINEDUC ya no busca un aprendizaje dependiente y memorístico sino que conforme pasen los años de estudio, el educando forme hábitos de reflexión, comprensión y síntesis con respecto a sus aprendizajes. Otro ámbito que ha evolucionado es el de la centralización en la enseñanza y no en el aprendizaje, ya que hoy en día se busca ir más allá de una simple adquisición de contenidos por parte de los alumnos. El Mineduc intenta disponer y fortalecer a los docentes de las más adecuadas herramientas para que sean implementadas en el aula, con el fin de separar al educador del modelo de simple depositador de conocimiento y los alumnos de unos meros receptores pasivos de dicho contenido, un claro ejemplo que refleja aquella disposición por parte del ministerio es el denominado “Marco para la buena enseñanza”, en el cual el docente juega un papel trascendental en el proceso enseñanza-aprendizaje.
Nuestros componentes curriculares están bien definidos y suponen un sistema óptimo de aprendizaje, sin embargo, la interrogante que hoy en día nos hace pensar más allá de lo evidente es el problema que existe con los rendimientos académicos que nuestro país tiene con respecto a un mundo globalizado que inevitablemente, nos sitúa en las posiciones más bajas de rendimiento a nivel mundial. Hemos reflexionado que no basta con lograr la acabada internalización de contenidos, sino que un espacio importante del currículum es el cumplimiento de los Objetivos Fundamentales, en específico, los Objetivos Fundamentales Transversales. Esta importancia radica en la incidencia en los educandos, formando “personas” más allá que sólo estudiantes; formando hábitos de vida, más allá que hábitos de estudio; formando convivencia con el mundo, más allá que un buen trato entre alumnos; formando equipos, en vez de grupos; formando democracia, más que respeto por los demás compañeros; el ideal es preparar personas para el mundo, formar experiencias que puedan trascender en sus vidas, dejando huella en cada uno de los niveles y ciclos; que estos no sólo varíen en sus contenidos, sino que evolucionen de la misma manera sus valores, su compromiso con el mundo, su responsabilidad con la patria, y más que con ésta con sus habitantes.
En base a lo estipulado anteriormente, podemos inferir que la educación sufrió un cambio notable y trascendente en su forma y finalidad. El núcleo de este cambio es la iniciativa de impartir una educación significativa para cada alumno y que no existan diferencias entre distintos contextos socio-culturales. Ha sido necesario alterar el enfoque y la visión del currículum, lo que vemos reflejado en la Reforma Curricular Chilena, para poder lograr una educación de calidad y uniforme en nuestro sistema educativo. La responsabilidad de cumplir con estos objetivos recae en la labor docente, tarea que está apoyada, respaldada y guiada por el Mineduc a través del Marco para la Buena Enseñanza.
Nuestros componentes curriculares están bien definidos y suponen un sistema óptimo de aprendizaje, sin embargo, la interrogante que hoy en día nos hace pensar más allá de lo evidente es el problema que existe con los rendimientos académicos que nuestro país tiene con respecto a un mundo globalizado que inevitablemente, nos sitúa en las posiciones más bajas de rendimiento a nivel mundial. Hemos reflexionado que no basta con lograr la acabada internalización de contenidos, sino que un espacio importante del currículum es el cumplimiento de los Objetivos Fundamentales, en específico, los Objetivos Fundamentales Transversales. Esta importancia radica en la incidencia en los educandos, formando “personas” más allá que sólo estudiantes; formando hábitos de vida, más allá que hábitos de estudio; formando convivencia con el mundo, más allá que un buen trato entre alumnos; formando equipos, en vez de grupos; formando democracia, más que respeto por los demás compañeros; el ideal es preparar personas para el mundo, formar experiencias que puedan trascender en sus vidas, dejando huella en cada uno de los niveles y ciclos; que estos no sólo varíen en sus contenidos, sino que evolucionen de la misma manera sus valores, su compromiso con el mundo, su responsabilidad con la patria, y más que con ésta con sus habitantes.
En base a lo estipulado anteriormente, podemos inferir que la educación sufrió un cambio notable y trascendente en su forma y finalidad. El núcleo de este cambio es la iniciativa de impartir una educación significativa para cada alumno y que no existan diferencias entre distintos contextos socio-culturales. Ha sido necesario alterar el enfoque y la visión del currículum, lo que vemos reflejado en la Reforma Curricular Chilena, para poder lograr una educación de calidad y uniforme en nuestro sistema educativo. La responsabilidad de cumplir con estos objetivos recae en la labor docente, tarea que está apoyada, respaldada y guiada por el Mineduc a través del Marco para la Buena Enseñanza.